Puede
parecer que Florent y Banin se han desmarcado mucho de Los Planetas en este
proyecto paralelo, una propuesta instrumental que combina texturas electrónicas
y orgánicas. Suena diferente porque tiene distinta forma pero en el fondo
comparte el mismo origen. Y es que ¿quién le pone vallas a la psicodelia?
Spacemen 3 no están lejos de Suicide, New Order son Joy Division un año después,
Death In Vegas, Primal Scream, Animal Collective, Can, Neu, el kraut-rock...
todos tienen algo en común y eso es lo que sintetizan Los Pilotos. Son
pilotos, sí, pero no van a toda velocidad en Fórmula Uno, más bien conducen un
simulador de vuelo en el que crean una realidad virtual como un paisaje
circulando por la pantalla. No se trata de música decorativa, es música que crea
un espacio propio, como una instalación de arte en la que te encuentras en el
centro. De hecho, en ocasiones tiene un fortísimo poder visual que pide a gritos
un trabajo plástico a la altura (el disco es una mina para el videoarte). Otras
veces transmiten una euforia sin sobresaltos pero contagiosa, como la descarga
eléctrica de meter los dedos dentro de un enchufe amortiguada por la serenidad
de estar dentro de una nube narcótica. Porque el disco en el fondo es una
propuesta eminentemente psicodélica, llena de laberintos, estratos de sonidos
hipnotizantes y un fantástico trabajo cromático en el ritmo, sin abandonar en
ningún caso la melodía, ni las armonías pegadizas ni siquiera el romanticismo
del pop.
Florent lleva muchos años pinchando música electrónica que derriba las
barreras entre el pop de guitarras, la psicodelia shoegazer y el ambient-tecno.
Banin es un amante del kraut-rock, los primeros sonidos electrónicos analógicos
y la música de películas. En
el álbum conviven dinámicas más cercanas al pop con otras puramente de la música
electrónica. “Cero En Blanco” es uno de los mejores exponentes de las
primeras, una irresistible superposición de espirales melódicas con sugerentes
sonidos que alcanza un equilibrio perfecto entre ritmo y atmósfera. Es de esas
canciones que no sabes si bailar o contemplar. En la dinámica más puramente
electrónica está “Caravana por el desierto”, un temazo que suena a house
orgánico y recuerda a los Orbital euforizantes del segundo álbum, con un
constante referente melódico contagioso (incluso se permiten el lujo de
despedirla añadiendo una melodía adicional que lleva al éxtasis cuando todo
parecía dicho). Uno
de los mejores momentos del disco es algo aún más diferente: “El Gato De
Fumanchú” es un precioso espacio electrónico con un hilo conductor melódico
que tiene la sofisticación exótica del lounge y un poder visual arrollador.
Instantánea y pegadiza, es la sintonía de un programa de arte que espera ser
hecho en televisión. “Felinos A La Mar” tiene también un fuerte poder
visual, con un ambiente más pausado y preciosista y un romanticismo que se
beneficia de sonidos más concretos (un piano). En
la amplia variedad del disco también transitan paisajes más reconocibles como
“El Clan del Ruido”, una descarga de rock electrónico con ruido y
psicodelia kraut-rock, guitarras y tecno en una mezcla perfecta entre los Primal
Scream de “XTRMNTR” y New Order, y “Vuelo Rasante Con Ametralladora”, un
ataque de indie-pop electrónico que termina victorioso con una ligera euforia
tecno. Pero
lo que más abunda en el disco es una psicodelia multicapa y multitextural, nubes electrónicas bailando en torno a brillantes arcoiris de
guitarras. Son canciones hipnóticas y adictivas como “Neumotorix”, que recuerda algo a Los
Planetas como si estuvieran remezclados por Aphex Twin con el pulso orgánico de
Animal Collective, o “Amazonas”, que inyecta el espíritu de la psicodelia (de Suicide o Spacemen 3
a Seefeel) en el romanticismo melódico del pop de guitarras (Felt, Durrutti
Column) con un fantástico trabajo cromático en el ritmo. La psicodelia de
“Avance” es más densa y contagiosa, una superposición de capas y texturas
mezclando ruido y electrónica que te envuelve e hipnotiza como si estuvieras
bailando en círculos dentro de arenas movedizas. Hay
muchas propuestas que mezclan sonidos del rock y el pop con otros electrónicos,
pero pocos consiguen una mezcla de texturas que resulte tan orgánica a partir de
sonidos procesados. Y entre ellas, pocas lo hacen con tanta consistencia
melódica como Los Pilotos. Difícil clasificarles. Inútil intentarlo.
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