2013/01/24

KIKO VENENO "LA VIDA ES DULCE" PRIMER SG DE SU ÁLBUM "SENSACIÓN TÉRMICA"


En 2012 Kiko Veneno recibía el Premio Nacional de Música Actual por “su contribución decisiva durante más de tres décadas y media a la integración de tradiciones musicales internacionales e hispanas”. Es un reconocimiento justo al hombre que se sacó de la manga “Volando voy”, primero escuchada a Camarón; fusionó sagazmente flamenco y rock junto a Raimundo y Rafael Amador en Veneno; y ha traído tantos personajes y canciones imborrables a la música popular de este país.
Entre este premio conmemorativo y el reciente 20º aniversario de “Échate un cantecito”, celebrado con una exitosa gira de recuperación del disco, podría pensarse que la carrera de Veneno ya pertenece a los museos y la nostalgia, pero nada más lejos de la realidad. Ahí queda algo tan vivo como “Sensación térmica”: un disco que conecta con el talento primordial, la actitud enérgica de “Veneno” (1977), sin renunciar, sería antinatural, a los rasgos de madurez propios de un hombre con su vida y un artista con su experiencia.
Desde hace tiempo Veneno quería trabajar con un productor renovador, y en el gran Raül Fernández, alias Refree, ha encontrado al aliado ideal, una forma de potenciar ese vínculo Andalucía-Catalunya que José María López Sanfeliu, nacido en Figueres, de madre catalana, siente muy dentro. Productor moderno pero conocedor de la canción y sus múltiples tradiciones, Refree (del que Veneno había admirado su trabajo con La Mala y la Original Jazz Orquestra, o Sílvia Pérez Cruz) parecía y fue el hombre adecuado para dar vida extra a unas canciones, por otro lado, entre las más inspiradas de su creador en mucho tiempo.



Comienza el disco con la afirmación existencial de “La vida es dulce” (“Quiero sentir el peso del mundo / Volver a oír / Entre las olas del mar / Del mar profundo / La voz lejana que me susurra / La vida es dulce”) y regresa, impoluto pero, a la vez, rejuvenecido, el mejor Veneno, haciendo equilibrios luminosos entre el flamenco pop y los sabores africanos. La instrumentación es rica, la canción es sencilla pero, a la vez, cuenta con múltiples estratos, algo que se repetirá (con variaciones: es un disco ecléctico como él solo) a lo largo de un viaje íntimo y a la vez expansivo. Viaje en gran parte a los orígenes, a la tierra y al barro, con el afán de movernos a olvidarnos de todos los artefactos que alguien nos hizo creer necesarios.


¿Canciones? Todas, de veras. “La vida es dulce” y también “Babú”, con su groove anguloso y un flow vocal casi black. “Namasté” y sus juegos de palabras, el fresco pasaje rock de “Mala suerte”, o “Los planetas” con su poética insuperable: “Qué fácil es pasar de helarte a quemarte / Yo no quiero vivir ni sufrir por amor al arte”. Y por supuesto -esa conexión catalano-andaluza- “No cal patir”, raro, gozoso acceso de Veneno en catalán después de “La rama de Barcelona” y aquella versión de “Balada per a un trobador” de Serrat. Pero quizás el mayor hallazgo sea “Malagueña de San Juan de la Cruz”, que debió empezar como flamenco puro y al final terminó en fascinante ejercicio lo-fi, de elementos tan escasos como poderosos; un caso sublime de pocas cosas bien dispuestas.


Es el retorno de Veneno, el mejor Veneno, ese que inocula la felicidad o la feliz melancolía con armas antiguas empleadas con mágica inocencia, infecciosa frescura. “Sensación térmica” se recordará, se vivirá. No hace calor: es la sensación térmica de que Kiko ha vuelto.

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