En 2012 Kiko Veneno recibía el Premio Nacional de Música Actual por “su contribución decisiva durante más de tres décadas y media a la integración de tradiciones musicales internacionales e hispanas”. Es un reconocimiento justo al hombre que se sacó de la manga “Volando voy”, primero escuchada a Camarón; fusionó sagazmente flamenco y rock junto a Raimundo y Rafael Amador en Veneno; y ha traído tantos personajes y canciones imborrables a la música popular de este país.
Entre este premio conmemorativo y el reciente 20º aniversario de “Échate un cantecito”, celebrado con una exitosa gira de recuperación del disco, podría pensarse que la carrera de Veneno ya pertenece a los museos y la nostalgia, pero nada más lejos de la realidad. Ahí queda algo tan vivo como “Sensación térmica”: un disco que conecta con el talento primordial, la actitud enérgica de “Veneno” (1977), sin renunciar, sería antinatural, a los rasgos de madurez propios de un hombre con su vida y un artista con su experiencia.
Desde hace tiempo Veneno quería trabajar con un productor renovador, y en el gran Raül Fernández, alias Refree, ha encontrado al aliado ideal, una forma de potenciar ese vínculo Andalucía-Catalunya que José María López Sanfeliu, nacido en Figueres, de madre catalana, siente muy dentro. Productor moderno pero conocedor de la canción y sus múltiples tradiciones, Refree (del que Veneno había admirado su trabajo con La Mala y la Original Jazz Orquestra, o Sílvia Pérez Cruz) parecía y fue el hombre adecuado para dar vida extra a unas canciones, por otro lado, entre las más inspiradas de su creador en mucho tiempo.
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¿Canciones? Todas, de veras. “La vida es dulce” y también “Babú”, con su groove anguloso y un flow vocal casi black. “Namasté” y sus juegos de palabras, el fresco pasaje rock de “Mala suerte”, o “Los planetas” con su poética insuperable: “Qué fácil es pasar de helarte a quemarte / Yo no quiero vivir ni sufrir por amor al arte”. Y por supuesto -esa conexión catalano-andaluza- “No cal patir”, raro, gozoso acceso de Veneno en catalán después de “La rama de Barcelona” y aquella versión de “Balada per a un trobador” de Serrat. Pero quizás el mayor hallazgo sea “Malagueña de San Juan de la Cruz”, que debió empezar como flamenco puro y al final terminó en fascinante ejercicio lo-fi, de elementos tan escasos como poderosos; un caso sublime de pocas cosas bien dispuestas.
Es el retorno de Veneno, el mejor Veneno, ese que inocula la felicidad o la feliz melancolía con armas antiguas empleadas con mágica inocencia, infecciosa frescura. “Sensación térmica” se recordará, se vivirá. No hace calor: es la sensación térmica de que Kiko ha vuelto.
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