Malecón Street no es, repito, no es una vuelta de tuerca sobre la fórmula de Lagrimas negras. Nada que ver. Aquí apenas hay jazz y, de hecho, tampoco se oye mucho flamenco. Otra película.
(Disculpe: ya sabíamos que Vd. es demasiado listo para confundirlos. Pero convenía dejarlo claro desde el inicio ¿verdad?).
SÍ es esto
Sí necesitáramos localizar un precedente, habría que retroceder hasta los años cuarenta-cincuenta, cuando los artistas españoles desembarcaban regularmente en Cuba, actuaban en sus cabarets y se presentaban en las potentes emisoras habaneras.
Hay testimonio de aquellos viajes en un doble fabuloso, el último proyecto en que trabajó Mario Pacheco: La Habana era una fiesta. Grabaciones de la radio cubana, donde Lola Flores, Conchita Piquer, Antonio Molina o el Niño de Utrera brillaban al frente de orquestas locales.
Un tiempo sin aduanas culturales, cuando había un tráfico natural de canciones entre las dos orillas. Los artistas caribeños podían interpretar copla, cuplé, zarzuela o aires gitanos; los españoles se traían boleros, guarachas, sones o rumbas.
Pitingo ha retomado parte de ese repertorio y lo ha grabado en 2011 con músicos mayormente cubanos. De cómplice, un habanero residente en España, Yadam González. Poco o nada de fusiones: en Malecón Street mandan las canciones. Pitingo funciona como un estilista made in Spain, limitando los modismos del soul y potenciando los quiebros de la canción aflamencada. Aquí hay más Juanito Valderrama que Johnny Taylor.
Aquí hay MÁS
Malecón Street también contiene un acto de amor. Pitingo voló a Cuba buscando aprender más sobre los grandes desconocidos, los escultores de aquellas canciones esbeltas. Localizó a sus parientes, a los estudiosos de una edad dorada de la música tropical.
Cantera genial, que hizo arte inoxidable en tiempos que los creadores de música popular no estaban reconocidos. Suyos son muchos de los standards de la canción latinoamericana. Gente de mala suerte, finalmente. Cuando llegó la Revolución, Cuba renegó del derecho de propiedad intelectual. Hay historias desgarradoras: compositores que vivían en la pobreza isleña, mientras en el exterior se les acumulaban cifras millonarias en concepto de derechos de autor.
Lo que SÍ nos enseña Malecón Street
La riqueza de un cancionero único, que brotó durante la primera mitad del Siglo XX. En Malecón Street aparecen los pioneros, los que pusieron los cimientos: Moisés Simons, Miguel Matamoros. El director de orquesta que también hizo música popular: Gonzalo Roig. Los boleristas de amplio espectro: Osvaldo Farrés, Pedro Junco, Julio Gutiérrez. La vieja trova: Manuel Corona. Los bohemios del filin: Frank Domínguez, César Portillo de la Luz. Las personalidades irrepetibles: Arsenio Rodríguez, alías El Cieguito Maravilloso, o Joseíto Fernández, que contaba las noticias a caballo de Guajira guantanamera.
Toda la variedad de la cubanía: descendientes de gallegos, mulatos, prietos, hasta un judío; guajiros y urbanitas. Para quién desee conocer más, ahí está la edición deluxe de Malecón Street, con su libro y su DVD, y se lo recomiendo. Pero lo esencial reside en el CD.
Ya hemos mencionado la voz de Pitingo: ágil, plateada, sinuosa hasta que se rompe. Fíjense además en los arreglos. En contra de la reputación torrencial de los músicos cubanos, aquí suenan elegantes, medidos, respetuosos. Encontrarán soluciones instrumentales poco frecuentes en este repertorio: órgano Hammond B4, acordeón, melódica, líquida, guitarra eléctrica. Un trabajo de CREACIÓN.
Corto y cierro
Escucharán a un coro femenino, que responde al nombre de Gospel Factory. Sin embargo, ellas parecen seductoras sirenas varadas en un cayo, no damas sudorosas de una iglesia baptista. El elemento flamenco es mínimo y está localizado: palmas, jaleos, algún taconeo de Tomasito.
¡Y el tema extra! ¿Quién imaginaba que el mexicano Juan Gabriel pudiera sonar tan sobrio en Quiéreme mucho? Ocurre que Malecón Street es música para gente desprejuiciada. Canciones cubanas eternas pero con carrocería reluciente. Un Pitingo sin cresta, mostrando asombrosos recursos vocales y emocionales.
Pitingo, recuerden, nació en Huelva, de familia marinera. De Palos de la Frontera, en Huelva, partieron las dos carabelas y la nao que comandaba Cristóbal Colón. Seamos pedantes, digamos que Malecón Street puede considerarse igualmente como el viaje de descubrimiento de Pitingo. Un trayecto que admite pasajeros y polizones.
DIEGO A. MANRIQUE

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