Pólvora ocupa el Nº1 en iTunes desde hace 1 semana. La pólvora es peligrosa, una vez prendida, avanza hasta alcanzar su objetivo: hacer volar todo por los aires. Así sucede en este segundo trabajo de Leiva, esa reacción: desde el momento en que empieza la primera canción del disco, la cosa ya no se detiene, no hay quien lo pare. Atrás queda el largo camino que recorrió Diciembre, que supuso el debut de Leiva en solitario, con una gira larguísima y unas críticas unánimemente positivas.
<<VÍDEOS<<<UNA GRAN MASCLETA<<ESPECTACULAR<<
Un trabajo, aquel Diciembre, que estuvo en la lista de los 50 discos más vendidos del 2012 según Promusicae, y que recibió parabienes oficiales (disco nacional del año según iTunes, Premio Rolling Stone al mejor disco del año, nominado a dos premios Grammy Latinos, etc).
Leiva sabe que con Pólvora da un paso de gigante en su carrera musical, que este no es un simple escalón más. Y no ha sido la casualidad la culpable de esta maduración, ni mucho menos, tendríamos que hablar de trabajo, de esfuerzo, de concentración, incluso fijación. Desde hace años Leiva busca la fórmula, ese Santo Grial que permite, al que lo posee, crear canciones que permanecerán vivas hasta la eternidad en la memoria popular. Pólvora no es el siguiente disco de Leiva en solitario, es un capítulo fundamental en su carrera.
Pólvora es un disco cómplice y cercano (“Palomas”), que engatusa al usarlo (“Del hueso una flor”), es rock elegante y rotundo (“Los cantantes”), pop rock de alta costura (“Terriblemente cruel”), sin arreglos sintéticos, sin tejidos artificiales (“Pólvora”), sincero (“Vértigo”). Son canciones que se arrojan, desde sus letras, a dudas cotidianas que surgen del corazón (“Afuera en la ciudad”), a decisiones que impone el cerebro (“Cerca”), a cambios y evoluciones que no tienen explicación (“Mirada perdida”), tan solo, una descripción… y para eso, Leiva está muy capacitado.
Las melodías son las que marcan los surcos más notables de este disco, melodías irresistibles que trepan entre suculentos riffs de guitarras, emocionales melodías que sobrevuelan medios tiempos arrebatadores, melodías que transformas estribillos en placeres celestiales…melodías, ese es el secreto que hace de este disco algo inflamable.
Leiva ha querido variar su manera habitual de trabajar para este segundo disco en solitario, añadir nuevos elementos, alterar el guión de su fórmula magistral. Por ejemplo, esta vez ha optado por grabar en directo, todos a la vez en la misma sala (algo que no hacía desde el segundo disco de Pereza). Otro detalle vital a señalar en este trabajo es que hacía años que
Leiva no delegaba la responsabilidad de la producción en alguien, y en Pólvora ha confiado en el productor Carlos Raya (Fito Cabrales, M-Clan o Quique González) para trabajar mano a mano con él, algo que desde hacía tiempo buscaba, tanto por su perspectiva total de la música, como por su larga experiencia como productor, además de, por supuesto, su excelencia como guitarrista. La docta mano de Carlos en este disco es perceptible desde la primera nota, el tándem Raya-Leiva ha sido vital para lograr ese impulso hacia adelante en el sonido, esa placentera redondez que envuelve el disco.
También ha contado con la inestimable ayuda del estratosférico ingeniero Joe Blaney (desde Keith Richards a B-52), junto a ellos, ha logrado engrandecer aún más su sonido, su estilo, su rasgo distintivo, su marca. Todo eso se percibe en las canciones: la respiración de esos músicos y el encanto orgánico de esas mágicas sesiones a puerta cerrada. Y ahí quedó registrado el cuerpo, el poso ardiente al que luego se añadirían diversos detalles, como los frecuentes arreglos de metales ó un maravilloso cuarteto de cuerda ó el vibráfono y las percusiones… inflamable también la aleación que se ha creado entre la guitarra de Leiva y la de Carlos Raya, una sólida y cálida mezcla que prende mecha en cada acorde.
La portada es otro ejemplo de este concepto, dos personas juntas pero separadas, ambas observadas por la luminosa ventana, una puerta al mundo, a la vida. Una fotografía cubierta por el manto de la bucólica seda que han sabido darle Rubén Martín (fotógrafo habitual de Leiva) junto al equipo de Boamistura (otros imprescindibles), que han logrado hacer de una fotografía una imagen atractiva y conmovedora, evocadora y podríamos decir que envidiable…
Con esa agitación y esa irreversible decisión, con ese imperturbable ritmo es como se vive Pólvora, un camino de profundas emociones y sinceros sentimientos que van ardiendo según nuestros oídos devoran el contenido del disco. La pólvora (ésta Pólvora) es muy efectiva y una vez prendida, no hay marcha atrás.
<<VÍDEOS<<<UNA GRAN MASCLETA<<ESPECTACULAR<<
Un trabajo, aquel Diciembre, que estuvo en la lista de los 50 discos más vendidos del 2012 según Promusicae, y que recibió parabienes oficiales (disco nacional del año según iTunes, Premio Rolling Stone al mejor disco del año, nominado a dos premios Grammy Latinos, etc).
Leiva sabe que con Pólvora da un paso de gigante en su carrera musical, que este no es un simple escalón más. Y no ha sido la casualidad la culpable de esta maduración, ni mucho menos, tendríamos que hablar de trabajo, de esfuerzo, de concentración, incluso fijación. Desde hace años Leiva busca la fórmula, ese Santo Grial que permite, al que lo posee, crear canciones que permanecerán vivas hasta la eternidad en la memoria popular. Pólvora no es el siguiente disco de Leiva en solitario, es un capítulo fundamental en su carrera.
Pólvora es un disco cómplice y cercano (“Palomas”), que engatusa al usarlo (“Del hueso una flor”), es rock elegante y rotundo (“Los cantantes”), pop rock de alta costura (“Terriblemente cruel”), sin arreglos sintéticos, sin tejidos artificiales (“Pólvora”), sincero (“Vértigo”). Son canciones que se arrojan, desde sus letras, a dudas cotidianas que surgen del corazón (“Afuera en la ciudad”), a decisiones que impone el cerebro (“Cerca”), a cambios y evoluciones que no tienen explicación (“Mirada perdida”), tan solo, una descripción… y para eso, Leiva está muy capacitado.
Las melodías son las que marcan los surcos más notables de este disco, melodías irresistibles que trepan entre suculentos riffs de guitarras, emocionales melodías que sobrevuelan medios tiempos arrebatadores, melodías que transformas estribillos en placeres celestiales…melodías, ese es el secreto que hace de este disco algo inflamable.
Leiva ha querido variar su manera habitual de trabajar para este segundo disco en solitario, añadir nuevos elementos, alterar el guión de su fórmula magistral. Por ejemplo, esta vez ha optado por grabar en directo, todos a la vez en la misma sala (algo que no hacía desde el segundo disco de Pereza). Otro detalle vital a señalar en este trabajo es que hacía años que
Leiva no delegaba la responsabilidad de la producción en alguien, y en Pólvora ha confiado en el productor Carlos Raya (Fito Cabrales, M-Clan o Quique González) para trabajar mano a mano con él, algo que desde hacía tiempo buscaba, tanto por su perspectiva total de la música, como por su larga experiencia como productor, además de, por supuesto, su excelencia como guitarrista. La docta mano de Carlos en este disco es perceptible desde la primera nota, el tándem Raya-Leiva ha sido vital para lograr ese impulso hacia adelante en el sonido, esa placentera redondez que envuelve el disco.
También ha contado con la inestimable ayuda del estratosférico ingeniero Joe Blaney (desde Keith Richards a B-52), junto a ellos, ha logrado engrandecer aún más su sonido, su estilo, su rasgo distintivo, su marca. Todo eso se percibe en las canciones: la respiración de esos músicos y el encanto orgánico de esas mágicas sesiones a puerta cerrada. Y ahí quedó registrado el cuerpo, el poso ardiente al que luego se añadirían diversos detalles, como los frecuentes arreglos de metales ó un maravilloso cuarteto de cuerda ó el vibráfono y las percusiones… inflamable también la aleación que se ha creado entre la guitarra de Leiva y la de Carlos Raya, una sólida y cálida mezcla que prende mecha en cada acorde.
La portada es otro ejemplo de este concepto, dos personas juntas pero separadas, ambas observadas por la luminosa ventana, una puerta al mundo, a la vida. Una fotografía cubierta por el manto de la bucólica seda que han sabido darle Rubén Martín (fotógrafo habitual de Leiva) junto al equipo de Boamistura (otros imprescindibles), que han logrado hacer de una fotografía una imagen atractiva y conmovedora, evocadora y podríamos decir que envidiable…
Con esa agitación y esa irreversible decisión, con ese imperturbable ritmo es como se vive Pólvora, un camino de profundas emociones y sinceros sentimientos que van ardiendo según nuestros oídos devoran el contenido del disco. La pólvora (ésta Pólvora) es muy efectiva y una vez prendida, no hay marcha atrás.
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