2012/06/18

MARIA RODES SU MANERA DE CANTAR ES COMO UN SUSURRO EN EL OIDO QUE PENETRA EN EL SISTEMA NERVIOSO COMO ANSIOLITICO DULCE Y TRAVIESO.



Quienes conocimos a María Rodés tanto por su trabajo junto a Andy Poole en Oniric (“Sin técnica”, editado por Cydonia en 2009) como por su sugestivo debut en solitario, “Una forma de hablar” (BCore, 2010), esperábamos expectante el próximo paso de esta personalísima artista, sin ningún referente visible con quien compararla. Ella misma confiesa que ha sido un trabajo de elaboración ardua que le ha costado mucho llevar a cabo, tanto a nivel operativo como creativo. Su principal reto era el de conseguir que fuese todavía más personal y arriesgado, moverse en unas coordenadas mayores de libertad. Las primeras palabras que entona en el disco, “Te vi reír al desobedecer/ te vi reír/ y así desaprender al fin la ley”, al igual que títulos como “Haz lo que te dé la gana”, muestran claramente esa voluntad de romper con las constricciones o, como ella dice, de un fuerte sentido de la corrección del que se quiere ir librando paulatinamente. Uno de sus objetivos era no quedarse ligada a lo que había hecho anteriormente, distanciarse del mundo de la canción cerrada, redonda y de letras intimistas y explorar más su imaginación a la hora de crear paisajes musicales, descubriendo así nuevos espacios melódicos y sonoros. En “Sueño triangular” se aprecia, de este modo, una tensión, un combate interno entre dejar que fluya libremente el inconsciente y la presencia de una conciencia racional -interna o social- que aflora en temas como “Mírate”: “Mírate, a tu edad, sin saber qué hacer/ ¿Cuándo te pondrás a trabajar en algo normal como los demás?”.

 Pero es el primer factor el que se impone claramente en el álbum, y a todos los niveles. En su proceso de elaboración, María evitó someterse a la lógica y ritmo impuestos por el mundo convencional, y, aunque su idea inicial era la de autoproducirse ella misma el álbum, sin recurrir a figuras reconocidas -recordemos que Ricky Falkner fue el productor de “Una forma de hablar”-, al final encontró, de forma más o menos accidental, la alianza de otros músicos con los que compartir el proceso. Por ello, el título “Sueño triangular” opera en tres niveles: la voluntad de dar forma a los sueños, un poema de Fernando Pessoa que la inspiró especialmente, y el triunvirato que finalmente formó junto a Maru di Pace y Lluís Surós, coproductores del álbum junto a ella. Los sueños. En efecto: no podíamos olvidarnos del componente más importante. Cuenta María que, en los dos últimos años, se ha dedicado a escribirlos en una libreta y que ha intentado trasladar eso a la música. No es algo que se refleje solamente en unas letras de componente onírico, sino en la utilización de unos sonidos que parecen recrear ese flujo del inconsciente, que mutan, a veces violentamente, dentro de la misma canción, y que acrecientan la sensación de extrañeza. La utilización de grabaciones de campo y otros elementos de música concreta conviven con una utilización de la voz y las palabras más esteticista que narrativa, dándole un especial valor a la sonoridad o a efectos sensoriales como los creados por su particular forma de doblar las voces. En general, añade ella, el disco juega con la idea del bucle y la contraposición, buscando un equilibrio inestable entre partes delicadas y otras de mayor intensidad, y se inspira en la idea del mantra ("liberador de la mente", en sánscrito). Se trata de aspectos que, sobre el papel, parecen complejos, pero que, plasmados en el álbum, fluyen con una misteriosa naturalidad. Las expectativas se han cumplido: con “Sueño triangular”, María Rodés consolida un universo propio en el que es un verdadero placer perderse.

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