Quienes conocimos a María Rodés tanto por su trabajo junto a Andy Poole
en Oniric (“Sin técnica”, editado por Cydonia en 2009) como por su
sugestivo debut en solitario, “Una forma de hablar” (BCore, 2010),
esperábamos expectante el próximo paso de esta personalísima artista,
sin ningún referente visible con quien compararla. Ella misma confiesa
que ha sido un trabajo de elaboración ardua que le ha costado mucho
llevar a cabo, tanto a nivel operativo como creativo. Su principal reto
era el de conseguir que fuese todavía más personal y arriesgado, moverse
en unas coordenadas mayores de libertad. Las primeras palabras que
entona en el disco, “Te vi reír al desobedecer/ te vi reír/ y así
desaprender al fin la ley”, al igual que títulos como “Haz lo que te dé
la gana”, muestran claramente esa voluntad de romper con las
constricciones o, como ella dice, de un fuerte sentido de la corrección
del que se quiere ir librando paulatinamente. Uno de sus objetivos era
no quedarse ligada a lo que había hecho anteriormente, distanciarse del
mundo de la canción cerrada, redonda y de letras intimistas y explorar
más su imaginación a la hora de crear paisajes musicales, descubriendo
así nuevos espacios melódicos y sonoros. En “Sueño triangular” se
aprecia, de este modo, una tensión, un combate interno entre dejar que
fluya libremente el inconsciente y la presencia de una conciencia
racional -interna o social- que aflora en temas como “Mírate”: “Mírate, a
tu edad, sin saber qué hacer/ ¿Cuándo te pondrás a trabajar en algo
normal como los demás?”.
Pero es el primer factor el que se impone claramente en el álbum, y a
todos los niveles. En su proceso de elaboración, María evitó someterse a
la lógica y ritmo impuestos por el mundo convencional, y, aunque su
idea inicial era la de autoproducirse ella misma el álbum, sin recurrir a
figuras reconocidas -recordemos que Ricky Falkner fue el productor de
“Una forma de hablar”-, al final encontró, de forma más o menos
accidental, la alianza de otros músicos con los que compartir el
proceso. Por ello, el título “Sueño triangular” opera en tres niveles:
la voluntad de dar forma a los sueños, un poema de Fernando Pessoa que
la inspiró especialmente, y el triunvirato que finalmente formó junto a
Maru di Pace y Lluís Surós, coproductores del álbum junto a ella.
Los sueños. En efecto: no podíamos olvidarnos del componente más
importante. Cuenta María que, en los dos últimos años, se ha dedicado a
escribirlos en una libreta y que ha intentado trasladar eso a la música.
No es algo que se refleje solamente en unas letras de componente
onírico, sino en la utilización de unos sonidos que parecen recrear ese
flujo del inconsciente, que mutan, a veces violentamente, dentro de la
misma canción, y que acrecientan la sensación de extrañeza. La
utilización de grabaciones de campo y otros elementos de música concreta
conviven con una utilización de la voz y las palabras más esteticista
que narrativa, dándole un especial valor a la sonoridad o a efectos
sensoriales como los creados por su particular forma de doblar las
voces. En general, añade ella, el disco juega con la idea del bucle y la
contraposición, buscando un equilibrio inestable entre partes delicadas
y otras de mayor intensidad, y se inspira en la idea del mantra
("liberador de la mente", en sánscrito). Se trata de aspectos que, sobre
el papel, parecen complejos, pero que, plasmados en el álbum, fluyen
con una misteriosa naturalidad. Las expectativas se han cumplido: con
“Sueño triangular”, María Rodés consolida un universo propio en el que
es un verdadero placer perderse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario