2012/03/21

MAEZ: MURCIANO DE 24 AÑOS, SIN ESPERIENCIA PREVIA. UN DESCOMUNAL TALENTO EN BRUTO PUBLICA EL DEBUT MAS ILUSIONANTE DEL POP-FOLK "WE’LL NEVER MAKE IT HOME" SU SINGLE "MOUNTAINS"

El encanto instantáneo de Maez
Murciano. 24 años. Sin experiencia previa. Un descomunal talento en bruto publica el debut más ilusionante del pop-folk
La breve, fulgurante y asombrosa historia de Pablo Matías López comienza en mayo de 2010 en un pueblito murciano llamado Ceutí. Un lugar de aspecto más bien anodino que alberga, por uno de esos milagros que solo puede propiciar el entusiasmo, el concurso Cantigas de Mayo, acaso el encuentro nacional de canción de autor más relevante de nuestra geografía. Más de 90 artistas de toda España concurrieron aquel mes al certamen murciano; entre ellos, un muchacho de 23 años que se hacía llamar Pablo Maez y que presentaba un currículum, más que exiguo, inexistente. Casi nadie había oído hablar de él. No se le conocían giras por locales, maquetas, apariciones radiofónicas ni colaboraciones previas. Tampoco necesitó mucho más bagaje. Subió al escenario del auditorio municipal, cantó y arrasó. En inglés. Sin complejos. Con la espontaneidad de quien no quiere aparentar, sino que domina el idioma por sus años de estudios en el extranjero.

Pablo (San Javier, Murcia, 1987) no solo ganó aquella noche los 4.000 euros del primer premio, sino los cimientos de una carrera que hoy celebramos con uno de los debuts más alentadores de nuestra escena. Jorge Drexler, que actuaba esa misma noche en Ceutí, le contemplaba entre bambalinas con perplejidad ("me sorprendió que, con tan poco bagaje, sonara tan fresquito"). La cantante gallega Uxía, integrante de aquel jurado (junto a periodistas como José Miguel López, de Radio 3), aún recuerda su sensación de asombro. "Me encanta su folk acústico y, en el mejor sentido del término, sin pretensiones", anota. "Practica el minimalismo y, frente a ese discurso mesiánico de algunos cantautores, no peca de arrogante". Y pronostica: "Sus palabras y melodías me llegaron muy hondo y tocarán la fibra de quien se moleste en escucharlas".
En realidad, la breve, asombrosa y fulgurante historia de Maez había empezado un poco antes, a finales del verano de 2009, en el transcurso de una plácida comida familiar. Sus padres (una escritora y psicoanalista y un gestor cultural de la administración murciana) habían invitado a un viejo amigo de la casa, Toni Peña, en tiempos representante de artistas como Chambao o Elbicho. A la hora de los postres surgió la noticia bomba:
  Pablo lleva unos meses tocando la guitarra y componiendo en inglés –anunciaron sus progenitores.
  ¿Pero no estaba tocando la batería en un grupo de hardcore?
  Sí, pero ha cambiado. Ahora compone. De hecho, le encantaría cantarte alguna de sus canciones.
Peña accedió al ofrecimiento "con mucho gusto" mientras, en realidad, sentía un escalofrío recorriéndole el espinazo. "Temí que no me gustara y tuviera que disimular, poner cara de póquer", confiesa. Pero el chaval sacó la acústica, se puso a interpretar Love song (uno de sus temas todavía inéditos) y Peña sintió "un vuelco en el estómago". Hoy sigue recordando aquella sobremesa entre divertido y entusiasmado. "Le pedí que volviera a tocarla y luego, que cantase todas las demás que tuviera escritas. Me vinieron de golpe a la mente Tracy Chapman, Cat Stevens, Ben Harper, Amos Lee. Tenía delante de mí a un Bob Dylan murciano en bruto. Y no me podía creer que, sin experiencia alguna, ya fuera tan bueno".
Toni llevaba un tiempo alejado de la música, pero Pablo consiguió que se volviera a emocionar. "Pensé de inmediato en coger sus temas, producirlos, montar una banda, llevarlos al directo. No fue una decisión comercial ni profesional: la tomé con las tripas".
Apenas un año más tarde, en el verano de 2010, Toni Peña y el bisoño pero ya laureado Pablo Matías se personaron en el despacho de Alfonso Pérez con un EP autoeditado de ocho temas, When I was a kid. Pablo era una esponja que se pasaba el día enganchado a la web Last.fm, rastreando entre artistas de folk estadounidense y bebiendo de sus enseñanzas. Desde los más conocidos, caso de Norah Jones ("nadie es capaz de emocionar tanto con tan pocas notas"), a otros con los que muy pocos chavales de su generación estarán familiarizados: Ray Lamontagne, Fink, Marc Cohn.
El directivo de Warner, en tiempos prodigioso letrista de Esclarecidos, no lo dudó:
  Lo tuyo tiene muy buena pinta, Pablo, la verdad.
Sus colaboradores también fueron unánimes a la hora de colocar el dedo pulgar en posición ascendente. "Aquel cedé, aun habiéndose grabado con muy pocos medios, era tan bueno que lo podríamos publicar sin casi cambiar una sola nota", admite uno de ellos. El camino quedaba definitivamente expedito para la gestación de este We’ll never make it home. Que incluye, por cierto, la versión definitiva de todas y cada una de aquellas ocho canciones.
Para darles su forma final solo faltaba el concurso de un productor de texturas cálidas, acostumbrado a las sonoridades acústicas y respetuoso con los artistas noveles. Todos esos caminos conducían hasta el nombre de Suso Saiz (Piratas, Los Planetas, Duncan Dhu, Esclarecidos y un larguísimo etcétera). Tras escuchar When I was a kid no tardó en aceptar el encargo. "Pablo tenía una voz directa y agradable, perfecto para hacer canciones cercanas al pop-folk estadounidense", reflexiona el productor gaditano. "Su escritura resulta sencilla y sensible. Hace música que se escucha con facilidad, pero su personalidad, el timbre de voz y la generación a la que pertenece le dotan de un valor añadido. Y creo que eso le convierte en un artista muy atractivo para mucha gente".
Las sesiones de grabación transcurrieron en tierras murcianas durante febrero de este año. Y en ellas acabó de fraguarse la personalidad de este chaval "tímido pero valiente", en definición de Saiz. "El primer disco de un artista", aclara, "siempre es un momento muy frágil en su carrera. Yo he intentado, desde un respeto profundo, robustecerle y hacer que se sintiera más seguro". Y Maez, un músico de creatividad desbordante, una mente en ebullición que esboza melodías y escribe letras hasta en las servilletas de las cafeterías, crece con cada escucha.
Casi nada es convencional en la personalidad de este radiante nuevo talento. Pablo Matías López tiene novia japonesa (pero apenas escribe canciones de amor), reniega de la vida nocturna, ejerce de pescador consumado (aunque siempre devuelve los peces al mar) y es un devoto virtuoso del muay thai, el boxeo tailandés. Es tan deliciosamente contradictorio como, por edad e inquietudes, podríamos sospechar. Dice aborrecer el fútbol pero no se pierde los partidos decisivos. Luce algún piercing coqueto aunque diga que se deja la barba "por pereza". Tiene celos de su hermana pequeña (una directora de cine en potencia, cuentan) porque acaba de conseguir la mejor nota en selectividad de toda la región de Murcia. Y quienes lo conocen se refieren a él como un trozo de pan, por mucho que insista en definirse como un pesimista patológico y en hablar del mundo como "una catástrofe". Por eso engrosa la nómina de indignados desde mucho antes de mayo, como evidencia el ya famoso y controvertido estribillo de When I was a kid: "¿Religión? ¡Mierda! ¿Libertad? ¡Mierda! ¿Políticos? ¡Mierda!".
Así es por ahora la breve, fulgurante y asombrosa historia de Maez. Aunque todo esto no sea, seguramente, nada más que el principio.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario