Los Delinqüentes y Tomasito
Los Delinqüentes y Tomasito desnudan canciones propias y ajenas casi siempre por rumbas, tangos y bulerías. Método natural. Traen de casa poco equipaje: las guitarras de palo, un cajón, las palmas de las manos, y un bajo eléctrico cuyo cable que cuelga por la ventana es lo único que está enchufado, sin embargo el resultado sonoro nos da calambres. El secreto es el soniquete.
Que no te despisten con conceptos iconoclastas, ni con ideologías setenteras de rock progresivo, ni decálogos, ni psicodelia, ni bordes, ni nada; la nueva grabación de Diego Pozo “El Ratón” y Marcos del Ojo “El Canijo”, con Tomás Moreno “Tomasito” es lo más parecido a grabar una fiesta en el patio de una casa de vecinos de Jerez.
Sin más decorado que la ropa mojada colgada de la cuerda y como espectadores a unos bichos que nacen de los claveles, cada tarde del pasado verano, durante un mes y un día, en los Estudios jerezanos La Bodega un grupo de músicos enrollaos grabaron versiones aflamencadas de canciones que todos ellos se saben, que todos nos sabemos. Lo mejor del resultado es que al escucharlas ahora, nos sentimos partícipes como si hubiéramos estado allí, y nos entran las ganas flamencas de jalear, cantar e incluso salir al centro y bailar. El secreto es el soniquete.
Los Delinqüentes y Tomasito desnudan canciones propias y ajenas casi siempre por rumbas, tangos y bulerías. Método natural. Traen de casa poco equipaje: las guitarras de palo, un cajón, las palmas de las manos, y un bajo eléctrico cuyo cable que cuelga por la ventana es lo único que está enchufado, sin embargo el resultado sonoro nos da calambres. El secreto es el soniquete.
Después de 12 años de evolución del sonido garrapatero, para los Delinqüentes esta grabación es volver a los orígenes del grupo, al su lado más rústico, al más salvaje, el más auténtico. Volver a aquellos años cuando corrían por los carriles, hacían música en los bancos del parque o en los escalones de un antiguo cine. Este trabajo en su formato Digipack® se acompaña de un DVD garrapata con las versiones callejeras de estas mismas canciones.
Para esta cita obtiene salvoconducto el primo moreno, el cantante y bailaor Tomasito, un gitano del Barrio de Santiago que tiene el arte dentro desde que Lola, La Faraona, le bendijera siendo niño. Cuando los Delinqüentes empezaban a tocar la guitarra, Tomasito ya era un referente en la mezcla del flamenco con otras músicas. Años más tarde, en el otoño del 2006, se encontraron en el álbum que grabaron con el nombre “G5” (Diego, Marcos y Tomás con Kiko y Muchachito). Tomasito, un showman de ritmo frenético y raza flamenca ha encontrado en Los Delinqüentes el mejor ecosistema musical para ser reconocido. Lo da la tierra, los de Jerez son dueños de un soniquete propio, un ritmo musical innato y armonioso, tan intuitivo como diferenciado y con los palmeros como principal referencia. Para el bien de todos nosotros que disfrutamos de ese derroche creativo.
DLQ nombran habitualmente sus grabaciones con largos títulos, en este caso “Los hombres de las praderas y sus bordones calientes”. El origen de esta denominación lo recogen de un “Manifiesto de lo Borde” escrito a finales de los años 60 por miembros del grupo Smash, pioneros de la unión del rock con el flamenco bajo la etiqueta de rock progresivo y cabecillas del ambiente underground sevillano en los primeros años setenta. “Los Hombres de las Praderas”, según ese manifiesto, son los que están en el lado que mola frente a otro tipo de hombres que no están en el rollo. Hombre de la Pradera y garrapatero son sinónimos. Los Delinqüentes se sienten identificados, los reconocen y admiran: Bob Dylan, Tío Gregorio El Borrico, Zappa, El Migue, El Torta, Bernarda y Fernanda de Utrera, Mick Jagger, Rafael y Raimundo Amador o Jimmy Hendrix.
El pasado mes de septiembre, en homenaje a dos de estos hombres pratensis, el Tío Borrico y Frank Zappa, Los Delinqüentes han inaugurado un bar de conciertos llamado Tío Zappa. Juego de palabras habilidoso para una declaración de intenciones musicales pero que en esta grabación que nos ocupa cae sonora y claramente del lado borriquero.
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